SAbrina ormaechea

Al finalizar mis estudios universitarios en Rosario, mi vida cambió por completo. Volver a mi ciudad natal, Nogoyá. 

De la vorágine diaria en la cual pasaba las horas entre la universidad y el hospital a no tener actividad alguna para hacer.

En Nogoyá no encontraba mi lugar, mi casa ya no era mi casa, mis amigos estaban desparramados por diferentes ciudades y comenzaba a darme cuenta que finalizar mis estudios no era más que el comienzo de mi vida adulta con responsabilidades. Como es de esperar mi psiquis hizo estragos y comencé a sentirme triste, enojada, desganada. Todo apuntaba a estar cursando lo que comúnmente llamamos depresión.

En ese preciso momento apareció en mi vida la posibilidad de comprar una yegua pura sangre llamada Jaqueca, que antiguamente corría carrera en Palermo, pero por aquellos días saltaba vallas en el Club Hípico San Agustín. Luego de varias pruebas en la pista y analizar los requerimientos que implicaría tener un caballo en la ciudad decidí comprarla.

Mi días comenzaron a cambiar, a la mañana temprano iba al club a limpiar su box y alimentara a Jaqueca, por la tarde entrenábamos juntas y así mi humor cambió, la tristeza se fue y los proyectos surgían por todos lados. El vínculo que establecí con esta yegua me ayudó a superar esos momentos de inseguridad y preocupación. Y logre transformarlos en hermosos días que recuerdo con alegría y satisfacción.

Esta experiencia me llenó de incógnitas, comencé a investigar, decidí ingresar en la cátedra de Psicomotricidad y neurodesarrollo en la universidad para capacitarse en el área d ela neurorehabilitación y comenzar a integrar el ámbito ecuestre a mi profesión, así surgieron la primeras ideas para desarrollar esta maravillosa práctica que conjunciona dos de mis pasiones: los caballos y la kinesiología.

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